Cuando corren felices: lo que
sentimos al ver jugar a nuestros animales
Hay momentos
que parecen simples pero tocan algo profundo. Ver a un perro correr libre, o a
un gato saltar y jugar, nos provoca una felicidad difícil de explicar: una
mezcla de ternura, asombro y una sensación cálida en el pecho.
Lo curioso es que no es sólo una impresión subjetiva. La ciencia muestra que nuestro
cerebro realmente cambia cuando observamos a los animales disfrutar.
El cerebro del
vínculo
Estudios de
neuroimagen revelan que, al mirar a nuestras mascotas —especialmente cuando se
mueven con entusiasmo o nos miran felices—, se activan las mismas áreas
cerebrales que intervienen en el amor y el apego humano.
El área tegmental ventral y el núcleo accumbens, centros de
recompensa, liberan dopamina, la molécula del placer.
La corteza prefrontal medial, relacionada con las emociones positivas,
se enciende también, generando ese estado de bienestar que reconocemos como
alegría pura.
Oxitocina y lazos invisibles
La oxitocina,
llamada “hormona del vínculo”, aumenta no sólo cuando acariciamos o jugamos con
ellos, sino incluso al observarlos felices.
Este aumento hormonal reduce el cortisol (la hormona del estrés) y
refuerza el sentimiento de conexión. Es una química compartida, bidireccional:
los animales también liberan oxitocina al mirarnos.
Así, ese intercambio silencioso se vuelve un diálogo biológico de afecto.
Empatía en movimiento
Nuestro
sistema de neuronas espejo —el que nos permite sentir lo que otros
sienten— se activa al ver moverse a otro ser vivo con energía y gozo.
Por eso, cuando tu perro corre o tu gato juega, tu cerebro “reproduce” su
emoción. En cierto modo, sentís con él.
Esa resonancia emocional es lo que nos conecta tan profundamente: su alegría se
vuelve la nuestra.
Una felicidad contagiosa
La
combinación de dopamina, oxitocina y endorfinas explica por qué ver a los
animales disfrutar produce calma, ternura y un bienestar sostenido.
Pero más allá de la neuroquímica, hay algo simbólico: ellos nos recuerdan una
forma de alegría libre de propósito. Corren porque pueden, juegan porque están
vivos.
Y al contemplarlos, recordamos también nuestra propia capacidad de gozar lo
simple, sin metas ni medidas.
En síntesis
Ver a un
animal feliz no sólo nos emociona: nos humaniza.
Nos devuelve a lo esencial, a ese punto donde la ciencia y la sensibilidad se
encuentran: el movimiento, la conexión y la alegría compartida de estar vivos.
Amorosamente
Dra.
Julia Elena Scocco.
Médica. Oftalmología con una mirada diferente. Ayurveda y
Medicina Integrativa (Nutrición, Flores de Bach, Reiki, Biodescodificación).
Turnos al +54 341 3012319.
Me encantó! Gracias por compartirlo! Mina y yo 🐶🥰
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